En contraste con la populosa fiesta navideña, nuestro año nuevo namibiense fue tranquilo. Lo pasamos en Walvis Bay, la ciudad portuaria más importante de Namibia. Nuestros amigos Christine y José tienen una casa allá, y nos invitaron a pasar una semanita. Es buenísimo sentir que uno va haciendo amigos tan buenos tan rápidamente.
El plan en Walvis era simple: playa y relax. Que los chicos jueguen y los padres descansen. Y así fue. La playa a la que íbamos se llama Langstrand, en alemán, o Long Beach, en inglés, y ocupa básicamente los treintaypico de kilómetros que hay entre Swakopmund al norte y Walvis Bay al sur. Es una playa sin ninguna infraestructura, y lo más conveniente es ir en 4x4. Por lo tanto, fue el bautismo de fuego, o mejor, de arena, de nuestra flamante camioneta. Se portó muy bien, para ser una 4x4 "blanda", a diferencia del LandCruiser de José, que es un todo terreno en serio. Fue la primera vez que manejé en arena, y no es tan fácil. Todos los días se aprende algo nuevo.
Una vez en la playa, armábamos el campamento: una especie de mediasombra puesta vertical para tapar el viento. Varias sombrillas. Un lugar para el baño entre las dos camionetas. Y lo más importante, la parrilla, y la heladerita que estaba enchufada a la batería de la LandCruiser.
Así que la historia era llegar a eso de las 11, empezar a preparar un asado con leña (pescado, cerdo, antílope, lo que hubiera ese día), servirse una cervecita, y relajarse. Mientras tanto iban llegando por bandadas los amigos de Christine y José, en su mayoría alemanes, además de Jesús, casado con una alemana.
Ahora bien, nota al margen para la definición de alemán. Fue muy interesante para mí reencontrarme con vivencias de la época de la escuela. Los alemanes de los que hablo (escribo) eran casi todos namibienses, nacidos y criados acá. Sin embargo, entre ellos hablan todos en alemán, a sus hijos les hablan solamente alemán, toman cerveza como alemanes, compran productos alemanes, varios manejan autos alemanes, aunque en eso ya me parece que estoy hilando muy fino. En resumen, muy parecido a muchos de mis compañeros de colegio. Con una diferencia, la casi totalidad de mis compañeros (entre los que me incluyo) se buscó pareja fuera de la comunidad alemana. Acá el tema era distinto, los alemano-namibienses en general habían traído su pareja de Alemania. Salvo claro el caso de Christine que se casó con José, español. La cultura alemana se mantenía más fuerte acá que en lo que recuerdo de la gente de mi colegio. Tal vez más parecido a la gente del Ballester que la del Goethe, aunque acá puede que estén actuando mis prejuicios (no, seguro que son ellos!). En fin, una interesante observación antropológica para acompañar el relax. Observación participativa de la tribu alemana namibiense. Casi daría para una tesis...
Ya que estamos con las costumbres alemano-namibienses, el brindis de año nuevo lo hicimos al mediodía del 31, con champagne sudafricano y prosecco italiano (no había Sekt?), incluso antes de que fuera año nuevo en las Islas Salomón, aquellas del día de antes (recomiendo esa novela de Eco para cuando estén muy relajados y con capacidad de atención alta). Bueno, me fui de mambo, en qué estaba? Sí, en que la vida de playa, de tanto relax, cansa. Así que ninguna de las familias presentes el 1 en la playa había llegado a las 12 despierto. Es una sensación rara, la de haberse acostado antes de las doce ese día, pero se sobrevive. Al día siguiente igual es primero de año, y los chicos igual se levantan a las 7.
Pero había querido contarles de la playa. Es parecida en cierta manera a la de Cariló, menos los pinos. Vegetación no hay ninguna, pero sí una amplia playa. Y en el fondo dunas que acá son desierto. Atrás de donde parábamos nosotros es además una especie de reserva natural porque anida una especie de gaviota namibiense en peligro de extinción. Hay bastante viento, aunque en los días que estuvimos estuvo muy tolerable. El mar es parecido al nuestro, al de Pinamar o Mar del Plata (claro, es el mismo mar, solamente del otro lado!), pero bastante más transparente. Y unos grados más frío. Igual lo disfrutamos al mango, especialmente Mati, pero también Emma. Jugaron todos los días en la playa y se desmayaban en el auto a la vuelta. Fue muy lindo verlos tan contentos.
Las fotos del último día del año:
http://www.facebook.com/album.php?aid=147572&l=3d40a&id=1040641924
Y las de año nuevo:
http://www.facebook.com/album.php?aid=147576&l=f6b54&id=1040641924
En esos días, una sorpresa más de parte de nuestros anfitriones. Resultó que Werner, el papá de Christine, tiene un ultraliviano en el aeropuerto de Swakopmund y nos invitaba a volar con él por sobre el desierto, para ver las dunas desde arriba. Difícil de describir la experiencia, realmente alucinante. Subimos de a uno, primero volé yo y después Sole. Siempre al mando de Werner, quien incluso nos dejó pilotear un rato. Fue inolvidable.
No se pierdan las fotos:
http://www.facebook.com/album.php?aid=147578&l=5dcf9&id=1040641924
Con esa experiencia coronamos unos 5 hermosos días en la costa namibiense. Todavía nos quedó tiempo para alguna excursión a las dunas y al faro el sábado, y el domingo nos volvimos ya a "casa".
http://www.facebook.com/album.php?aid=147586&l=624a2&id=1040641924
Pero ustedes saben que somos culo-inquieto. Ya estamos planeando nuestro próximo viaje al parque nacional Etosha, con Cintia y Jimmy, dentro de unas semanas. Ese viaje seguro que producirá alguna que otra entrada de blog. Hasta entonces! Feliz año!!
1 comentario:
se mandan la parte como si ninguno de nosotros hubiera piloteado un avión arriba del desierto! por favor!
igual gracias por documentar la rata africana, y gracias por no documentar el baNo playero más de cerca.
besos, m.
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