Salimos para Etosha a las 3 menos cuarto de la tarde del viernes 16 de enero de 2009. Dos y cincuenta y cinco tuvimos que parar para que Mati haga pipi. Para ese entonces ya habíamos salido de Windhoek hacía cinco minutos, y eso que los viernes a la tarde son los ratos de mayor tráfico. El final del trayecto fue más lento. Una vez entrado al parque (Etosha es el parque nacional más antiguo de África, fundado en 1907, un año antes incluso que el glorioso ciclón de Boedo), nos tuvimos que detener varias veces. Claro, no era cuestión de pisar ni a las cebras, ni a los springboks, ni a las jirafas, que cruzaban en manadas la ruta. Había que ser respetuoso y dejarlas cruzar, como si estuviéramos en Canadá…
A eso de las siete, justo cuando se estaba por largar a llover, llegamos a Okaukuejo, el camping / resort en el que nos teníamos que encontrar con nuestros amigos. Armamos la carpa a las apuradas, Jimmy apuró el asado (el braai, él es namibiense!) y, cuando los bifes estaban casi listos, se largó la lluvia de verdad. Los chicos ya se habían dormido en la carpa, así que con Sole nos turnamos para comer en la habitación que se habían tenido que alquilar Cintia y Jimmy porque se olvidaron dos parantes de su carpa. Mientras mirábamos llover, lamentábamos no habernos olvidado ningún parante nosotros. Ni una mísera estaca…
El estreno de la carpa fue, entonces, bajo la lluvia. Se la bancó muy bien, y dormimos todo lo bien que se puede en estas circunstancias. Yo me desperté varias veces a la noche con las llamadas de la empresa de alarmas que me informaban que estaba sonando la alarma del cerco perimetral en casa. Como estaba lloviendo asumí que era la humedad (la que mata) y todas las veces decidí seguir durmiendo. Por suerte tenía razón. Tanto es así que para la noche siguiente decidí apagar preventivamente el celular…
A la mañana del sábado salimos temprano a ver los animales. Un "game drive" siguiéndolo a Jimmy, nuestro experto guía espiritual. Qué se puede decir de los animales. Vean mejor las fotos en:
Lo que sí vale la pena mencionar es la cantidad de animales que se ven. Cientos o miles de cebras, springboks y ñus. Decenas de jirafas. Decenas de oryx, kudus e impalas. Muchísimos chacales, varias hienas. Algún elefante y rinoceronte. No vimos gatos grandes (ni leones, ni chitas, ni leopardos) aparentemente porque no era el momento adecuado de la temporada. Por el lado de las aves, los avestruces no te llegan a aburrir nunca. Especialmente a la parrilla. Pero se ve una cantidad de aves impresionante, y dicen que en febrero se ven aún más. En febrero no nos toca, en marzo estaremos en Argentina, pero en abril ya me veo de vuelta por Etosha.
A eso de las siete, justo cuando se estaba por largar a llover, llegamos a Okaukuejo, el camping / resort en el que nos teníamos que encontrar con nuestros amigos. Armamos la carpa a las apuradas, Jimmy apuró el asado (el braai, él es namibiense!) y, cuando los bifes estaban casi listos, se largó la lluvia de verdad. Los chicos ya se habían dormido en la carpa, así que con Sole nos turnamos para comer en la habitación que se habían tenido que alquilar Cintia y Jimmy porque se olvidaron dos parantes de su carpa. Mientras mirábamos llover, lamentábamos no habernos olvidado ningún parante nosotros. Ni una mísera estaca…
El estreno de la carpa fue, entonces, bajo la lluvia. Se la bancó muy bien, y dormimos todo lo bien que se puede en estas circunstancias. Yo me desperté varias veces a la noche con las llamadas de la empresa de alarmas que me informaban que estaba sonando la alarma del cerco perimetral en casa. Como estaba lloviendo asumí que era la humedad (la que mata) y todas las veces decidí seguir durmiendo. Por suerte tenía razón. Tanto es así que para la noche siguiente decidí apagar preventivamente el celular…
A la mañana del sábado salimos temprano a ver los animales. Un "game drive" siguiéndolo a Jimmy, nuestro experto guía espiritual. Qué se puede decir de los animales. Vean mejor las fotos en:
Estas son unas 150 de las más de 500 fotos que sacamos en dos días. Las ventajas de las cámaras digitales...
Lo que sí vale la pena mencionar es la cantidad de animales que se ven. Cientos o miles de cebras, springboks y ñus. Decenas de jirafas. Decenas de oryx, kudus e impalas. Muchísimos chacales, varias hienas. Algún elefante y rinoceronte. No vimos gatos grandes (ni leones, ni chitas, ni leopardos) aparentemente porque no era el momento adecuado de la temporada. Por el lado de las aves, los avestruces no te llegan a aburrir nunca. Especialmente a la parrilla. Pero se ve una cantidad de aves impresionante, y dicen que en febrero se ven aún más. En febrero no nos toca, en marzo estaremos en Argentina, pero en abril ya me veo de vuelta por Etosha.
A la tardecita, después de pasar las horas más calurosas en la pileta, hicimos otro "game drive", y a la noche otro asado. Ya teníamos casi una rutina. El domingo desarmamos la carpa, hicimos un game drive largo por nuestra cuenta (ya que Cintia y compañía salían para seguir su paseo por Namibia) y a las cuatro de la tarde salimos para Windhoek. A las ocho llegamos a casa con los chicos exhaustos, pero felices. El domingo nos habíamos subido a la camioneta a las 10 de la mañana y hasta las ocho de la noche prácticamente no bajamos, salvo para hacer pipi. Tengan en cuenta que dentro del parque no te podés bajar del auto salvo en lugares muy precisos (los baños, por ejemplo), ya que siempre puede andar por ahí un leoncito o un "león pardo" como dice Mati. Finalmente, Etosha no es un zoológico, sino un verdadero parque nacional. Una aventura imperdible.
Si después de ver estas fotos todavía dudan de romper el chanchito y comprarse un billete en el vuelo de South African que desde abril va directo Buenos Aires-Johannesburgo, ya no sé qué ofrecerles... Los esperamos listos para llevarlos a Etosha, directo del aeropuerto!!
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