domingo, 31 de agosto de 2008

Quemá esas cartas!

Un título más preciso para esta entrada hubiera sido ‘quemá esos comentarios’, pero no suena bien, y no hay forma de quemar los bits. En cualquier caso, se trata de un pequeño homenaje a la revista Hum®, aquella con la que crecimos allá por el final de la dictadura, en los principios de los 80, cuando Charly pedía que no bombardeen Caballito y Miguel Abuelo insistía en que no nos enamoráramos de aquel marinero bengalí. Al menos a este último casi todos le hicimos caso.

Pero me estoy yendo del tema central. La idea de hoy es hacerle caso a mi hermana y empezar a responder las preguntas y, en general, a las cuestiones planteadas por ustedes, “mis fieles lectores”. Se trata de cumplir con la premisa, y la promesa, de que esto sea un diálogo.

Bloguear o no bloguear

Quiero agradecerles a todos por los comentarios, realmente me encanta leerlos y muchas veces me emocionan y hasta me han hecho lagrimear en secreto. Me hace bien saber que a pesar de la distancia (o las distancias, porque esta vida de gitanos nos ha dado amigos en todos los puntos cardenales), están ahí. Y pedirles a los que leen pero que no comentan que se animen, se pongan las pilas, que si yo puedo escribir todo esto sin ponerme colorado, imaginen ustedes.

Este es me parece el sentido de la “web 2.0”, que la comunicación sea más fácil, y que las ideas se puedan crear y discutir en forma distribuida, entre todos. Se ha dicho y escrito mucho sobre esto, sobre el poder de los blogs y la decadencia de los medios tradicionales, pero lo cierto es que, al menos para mí, con esta “nueva tecnología” no se pierde nada, se ganan nuevos caminos para los de a pie. Y te reencuentra con viejos amigos, desde la popu hasta la primaria. Por eso Maru, Vane, Manuel y todos los que juegan con la idea del blog, anímense que los queremos leer. Hilda nos da el ejemplo con los blogs de sus hijos, uno para Santi y uno para Domi!

Claro que mi osadía literaria trae aparejada (o aparejado, no consigo decidirme en el género de esta pareja) el lógico reto de mi tía docente por mis descuidos ortográficos. Me comprometo a mejorar. El word y su corrector te envaguecen (esta palabra no puede existir, pero no me aparece la viborita roja) y luego –claro- cuando no tenés instalado el corrector correcto en la máquina, no hay quien te facilite la tarea. Había apelado inicialmente a Manuel, que editó la primera entrada, pero no pude organizarme para establecer una rutina que incluya edición. Escribo la mayoría de las entradas en mi “casa” a la noche y las subo al blog cuando tengo un rato en la oficina. Y ese rato hasta ahora siempre fue un ratito. De todas maneras, mi ortografía supo ser mejor. Parece que la suma de mi capacidad ortográfica total es constante. En la medida en que aumentó en inglés, disminuyó en castellano, y ni les cuento en alemán.

Lo bueno de no tener el corrector es que me da libertad para establecer algunas pautas gramaticales propias de mi lenguaje hablado, y no escrito, como lo remarcaron tanto Marti como Chichí, sin que Bill Gates se meta. No sé si eso será un estilo, ni pretendo que lo sea, pero me siento más cómodo contando que escribiendo. Tal vez deberían ser “crónicas” namibienses.

Lo que menos me gusta de lo que escribo es mi abuso de las comillas. Pero les aseguro que mientras escribo no hago ese molesto gesto de comillas con las manos, que tanto les gusta a los canadienses. Solamente pretendo cambiar la entonación de la frase, la mayor parte de las veces para señalar que ni yo mismo me creo lo que digo, digo escribo, escribo escribo escribo…

Diario namibiense

Fuera de programa, mi papá sugiere que el nombre del blog debería ir en singular. Sin embargo, y espero que en estas últimas entradas esto se haya hecho más evidente, la idea no es llevar un diario, un desafío que me supera y que intenté una sola vez cuando vivíamos en Alemania y mi Tante Susi me regaló un “diario”. Entonces traté de hacer una crónica de mi vida cotidiana, pero a los 10 años mi vergüenza superaba por lejos mi narcisismo (cómo cambia uno), pensaba que no tenía demasiado para decir, y por lo tanto no escribí demasiado. Ojalá me hubiera animado a más. Debería igual pegarle una mirada, sé que ese diario está entre las cosas que vienen en el barco.

La cuestión es que esto no es o al menos no pretende ser “mi querido diario”, sino más bien una serie de pensamientos que les traslado sin que haga falta seguir ningún orden cronológico. Espero en algún momento poder incluir algunas anécdotas de nuestra vida anterior, en Montreal. O quién sabe en qué otras cosas puede derivar esto.

La comida

Juan, David (el colo) y por su puesto mi madre se preocupan por mi dieta. En estas situaciones, siempre fue “haz como los romanos…”
Cebra, springbok, oryx, kudu, avestruz, cocodrilo, gusanos, pez espada, hake, kingsklip (pescados), biltong, salame de caza, salchichas, knödel, fideos, hamburguesas, sandwichitos, con todo eso armé una estrategia de supervivencia. El otro día comí un tomate; me quedan tres. Y todavía no probé el bife de carne normal, de vaca, que dicen que acá es muy bueno, y hasta se atreven a compararlo con el nuestro, el mejor del mundo…

Lo que más me gustó fue el avestruz, una sorpresa, siendo que el pollo no me atrae en lo más mínimo. Evidentemente el avestruz n no es un pollo grande, es carne roja, o casi, y muy rica. La cebra también es rica, comí una especie de bife de chorizo, muy sabroso. Los pescados estaban buenos, especialmente en Lüderitz. El cocodrilo tiene un sabor particular, mezcla de pescado y pollo, no es feo, pero es más que nada para saciar la curiosidad. Lo mismo los gusanos, no da para comerse un plato, pero fritos y picantitos se entiende porqué la gente los usa como fuente de proteínas.

La globalización

Hoy en el súper intenté comprar todo namibiense. Solamente funcionó para un par de cosas, incluyendo huevos, mermelada artesanal, agua mineral, biltong, salchichas, pan, leche. Lo demás, sudafricano o, en su defecto, europeo. En el shopping abrieron un Body Shop. Y si bien no hay MacDonalds (ya vendrá, supongo), el Wimpys tiene pelotero. Y en la tienda de deportes vi las canilleras que me quería comprar antes de venir y me olvidé. En los cines del mall daban Mama Mía. Y el gimnasio del mall, de la cadena Virgin, es bastante más lindo que todos los que vi en Montreal, aunque más no sea por la pileta y los aparatos de última generación. Ya leeré los libros de Smith para comparar. Igual a mí me habían avisado, esto es África, pero para principiantes…

Es claro, de todas formas, que debe haber dos Namibias. La de Windhoek hacia el sur, que ya vi(mos) y la del norte, la frontera con Angola, donde vive la mitad de la población en una franja bastante angosta y superpoblada. Espero que tengamos la oportunidad de ver el tema de las culturas como las pinta el NYT. Igual no hay muchas chances de que lleguemos a estar acá para cuando Emma sea adolescente, como sugiere Maru. Ya encontrará su propia forma de rebelarse, y yo sufro desde ahora…

Los idiomas

En efecto, no es una mala idea que el idioma oficial sea el inglés. Es sorprendente que tanta gente lo hable a esta altura, a pesar de que recién haya comenzado a usarse como tal hace menos de veinte años. La elección del inglés tuvo que ver no solamente con la globalización, sino también con el hecho de no privilegiar ninguna lengua nativa por sobre las otras. No creo que esto hubiera sido posible antes de la globalización. Y seguro no antes de la caída del muro…

La directora, Marti, dio el discurso en inglés. Lo cual está también justificado por el hecho de que ella es trinitaria y tobaguense, es decir, caribeña, y anglófona. Seré el único argento acá –por ahora, ya falta menos-, pero no soy el único que se imagina ver su tierra a través del océano (y sin marearme!). De chiquitos, en Pinamar, siempre imaginábamos ver África del otro lado. Si miran en estos días, avisen, así me peino.

También la despedida de mi colega Mui fue en inglés. Y para tranquilidad de mi hermana y sobre todo la mía, no tuve que hablar, aunque transpiré, pensando a ver cuándo me tocaría. Me miraron de reojo en la vuelta, pero por suerte, me pasaron. Mirá si me hacían cantar!!!

La tele

Lili está preocupada por la tele. No tengo internet en el depto, así que el único entretenimiento es leer, ver la tele en tres canales, o escribir interminables entradas en el blog. En este momento, mientras escribo esto, estoy viendo el paseo que le pega el Arsenal al Newcastle de Coloccini. O sea que no es tan grave. El otro día, sí, estaba viendo un capítulo de Dr. House y el dueño del depto, y del control remoto, me cambió de canal justo en la parte más interesante… Nunca supe si había curado al paciento (obvio que sí).

Mi abuelo Valentin

En estos días estuve muy conectado con la escritura, con la alemanidad, y todas estas cosas, y por lo tanto con mi abuelo Valentin. Tanto es así que ayer compré el auto que seguro hubiera comprado él. Me di cuenta después, que el 318 era su BMW favorito. Y éste rojo, como quería Mati, y automático, como quería Sole. El lunes me lo entregan y mando fotos.

Dónde viven los monos?

Por último, y para cerrar esta entrada, queda decir que efectivamente, como lo sugiere mi madre, los monos viven en cuevas, y no sobre los árboles, que no los hay suficientes. De hecho, de una de las casas que estuve visitando para alquilar se veía una cueva (en el medio de la foto, más o menos) y aparentemente -según el dueño- se pueden ver los monos salir a la mañana y volver a la tarde. Puede que alquilemos esa, a los chicos les va a gustar!

Fotos de mi paseo dominguero por Windhoek:
http://www.facebook.com/album.php?aid=140462&l=25a7a&id=1040641924

jueves, 28 de agosto de 2008

La Windhoek International School

Uno de los temas más importantes que tratamos de resolver desde Montreal fue la escuela para los chicos. Empezamos con unos cuantos jardines de infantes que nos recomendaron mis colegas, algunos de tipo Montessori, pero todos tenían una componente religiosa, y eso no nos parecía.

Tampoco es fácil buscar escuelas y cosas así en Namibia por Internet. La parte de "sociedad de la información" de la globalización todavía no está muy afianzada por estos lares. Finalmente encontramos -gracias, google- la Windhoek International School, una escuela con un perfil internacional (obvio, el nombre lo indica), pero que tiene arancel diferenciado según los padres sean nacionales o extranjeros (expatriados). Esto era una buena señal, porque significa que por lo menos no se trata solamente de un grupo de gente totalmente separada de la realidad. Esperamos que los locales den un poco de cable a tierra. Ya veremos. Pero también era una mala señal… porque para los “expats” no es precisamente barata. Igual por suerte a partir de los 5 años la UNESCO cubre el 75% de los gastos de la escuela.

Para Mati nos dieron vacante en seguida, pero Emma tiene que esperar. Dos cosas: como su hermano ya está adentro, ella está segunda en la lista de espera. Pero eso sí, tiene que dejar los pañales. Así que la tarea principal de Sole durante los primeros días acá será esa. Íbamos a empezar ya en Buenos Aires, pero…

Después de haber inscripto a los chicos nos enteramos que una colega mía también manda a sus hijos ahí. Así que ayer al mediodía me llevó a visitar la escuela. La verdad es que me gustó bastante.

Queda medio alejada de todo, lo que en términos de Windhoek significa que se tarda casi 15 minutos en llegar de cualquier otra parte de la ciudad (cuando hay tráfico)…

Me recibió la secretaria de la escuela, muy amable, sabía perfectamente quién era yo y cómo estaba el tema de Mati. Me dijo que Emma había pasado al primer lugar de la lista de espera y que puede que en octubre ya se libere una plaza. Habrá que apurarse!

Los chicos entran lo más tardar a las 7 y 20 y salen a la 1 y media. Va a haber que madrugar. A que no se imaginan quién estará a cargo de llevarlos??? :-(

Fui hasta el aula y conversé con la maestra de Mati. Me dijo que como ya empezó el año le estaban preparando una carpeta con todas las actividades que estaban haciendo y que cuando llegáramos le iban a dedicar atención especial para que se ponga al día.

A diferencia de la “guardería” de Montreal, no tiene sala de computadoras. Pero sí tiene muchos juegos afuera en el jardín. Y sí, tiene canchita de fútbol propia.

La enseñanza es en inglés, pero ya confirmamos que Mati tiene dos compañeritos que hablan castellano (presumiblemente españoles). Mati está muy contento y Sole ya está empezando a rearmar su red social (facebook, un poroto!).

La verdad es que en términos generales quedé muy contento.

Mati y Emma serán los primero argentinos de la WIS, y por lo tanto me pidieron que llevemos una bandera para izar, porque tienen banderas de todos los países de origen de sus alumnos. Una buena idea. Ya encargué una réplica de aquella azulgrana gigante que desplegamos en la popu del Nuevo Gasómetro, esa con el cuervo en animé, que donó MT. Total, qué saben acá cómo es la bandera argentina. Y finalmente, además, ésa es nuestra patria (o por lo menos la mía)…

Acá las fotos de la escuela. Intenté ponerlas una por una en el texto pero sólo dio para 3. El resto, en facebook:
http://www.facebook.com/album.php?aid=140292&l=d11d1&id=1040641924

martes, 26 de agosto de 2008

No quedan héroes

Hoy vine a la oficina pero me dediqué todo el día a hacer cosas privadas. Claro, teniendo en cuenta que es feriado, y que debo ser la única persona en el UN House, no parece tan grave… Hoy es el día de los héroes (heroes' day) y, la verdad, no sé de qué se trata. Se los debo para la próxima.

A la mañana fui a ver una casa. Muy linda, cerca de donde estoy parando ahora, con pileta, quincho, parrilla, lo básico, bah (quién te ha visto y quién te ve). Veremos si la alquilo. Debería ver algunas más, para tomar una decisión informada (evidence-based, diríamos :-)), pero esta me gustó, y Sole ya dio el visto bueno.

Una vez en la oficina, me dediqué a la compra del auto. Me decidí finalmente por una Hyundai Santa Fe, mediante un sistema especial de compras de Naciones Unidas. Espero que llegue pronto!!!! (claro que como la mandan de Corea va a tardar un ratito…)

Después, puse las fotos de mi viaje del fin de semana en Internet. Para los que no están en facebook (hoy anunciaron que ya somos 100 millones de usuarios), pueden accederlas con los siguientes links:

El camino hasta Lüderitz:
http://www.facebook.com/album.php?aid=140153&l=a8672&id=1040641924

Lüderitz, propiamente dicha:
http://www.facebook.com/album.php?aid=140208&l=17d4c&id=1040641924

Paseando por la península de Lüderitz:
http://www.facebook.com/album.php?aid=140212&l=d5397&id=1040641924

El evento juvenil, la Karas Regional Youth Expo 2008 (Karas es la provincia del sur namibiense):
http://www.facebook.com/album.php?aid=140217&l=9baa4&id=1040641924

lunes, 25 de agosto de 2008

Desde Embajada Argentina en Sudafrica

Buenos dias Señor Fernandez:

Hemos recibido su peticion para poder contactarse con otros Argentinos que vivan en Namibia, pero le comunicamos que por el momento usted es el unico que esta registrado con nosotros, Si llegamos a contactar a otra persona o familia, le mandaremos sus datos para que lo puedan contactar.
Que tenga un buen dia

Jimena Becerra

Recepcion

Embassy of Argentina
012-430 3524/27
Pretoria,South Africa

Otro diario con crónicas namibienses

El New York Times no me llega ni a los tobillos electrónicos, ja!
http://travel.nytimes.com/2008/08/24/travel/24namibia.html?8td&emc=tda1

domingo, 24 de agosto de 2008

Lüderitz, oh Lüderitz

Acabo de llegar de la Namibia profunda, y hace tres días que no hablo con Sole, ni con los chicos. [UPDATE: al rato hablé con Sole y con Mati, pero no se entendía nada :-( ] Pero tuve un viaje sensacional. Voy a ver cómo hago para incorporar fotos al blog. Si no lo logro, pondré como siempre las fotos en facebook y les mandaré el link.

Fue una experiencia interesantísima. Me sirvió para tener muchas conversaciones con mi jefa, la Directora de la oficina, con la cual me parece que estamos pegando buena onda. Tuvimos la ocasión de discutir desde política y politiquería de la UNESCO hasta política namibiense y norteamericana, pasando por varias cuestiones ligadas a nuestros proyectos acá, y también algunas cuestiones familiares y privadas. Llegué hace 10 días y ya hablé más tiempo con la directora acá que con el director en Montreal, en dos años y medio…

Pero vayamos a las cosas que interesan.

El viaje. Alucinante. 850 kilómetros de ida, 850 de vuelta, en tres días, al mando de Matthew, el chófer de la oficina, en la flamante Honda CRV de la directora (su auto privado, no el vehículo oficial), íbamos la Dra. Harvey (así la llamamos, siempre doctora), otra colega recién llegada que se llama Makawea (o algo parecido) y es tanzánica (o sea, natural de Tanzania), y está a cargo del programa de EducAIDS, y yo. Para ir para Lüderitz (les explico por si alguno quiere ir y yo justo no estoy, o estoy ocupado) es 550 km para el sur y luego 300 para el oeste, todo por ruta perfectamente pavimentada, pero de una sola mano por vía, como la antigua Ruta 2 a Mardel. El trayecto hacia el sur no es demasiado interesante, una especie de pampa seca, combinada con estepa patagónica, con pueblitos cada 200 – 250 km.

Párrafo aparte (je, cuando se escribe es fácil cumplir con “párrafo aparte”) para los nombres de los pueblos: Mariental (no hay valles ahí, pero bueh), Maltahöhe (altura de Malta, en castellano-¿?), Seeheim (ni cerca del mar ni de un lago), Helmeringhausen (por el nombre bien podría ser un suburbio de Nuremberg).

El “legado” colonial, fuertísimo. En Mariental paramos a cargar nafta y en la estación de servicio por los parlantes sonaban Schlager, yo diría contemporáneos, sin ser un experto en la materia… Para los no-germanoparlantes, Schlager sería la música romántica berreta alemana, muy del estilo de la ídem argentina, digamos, José Luis Perales, si yo supiera quién es (ni si es argentino, pero estoy casi seguro que si fuera alemán cantaría Schlager)… Yo no lo podía creer, estábamos ahí, en un polvoriento pueblo del hinterland (si se me permite el germanismo) namibiense, y la música era alemana. Aclaremos que los alemanes se fueron en 1915, echados por los sudafricanos, en medio de la Gran Guerra. Lo llamativo era también que, en circunstancias comparables, en Villa General Belgrano, la Cumbrecita o Colonia Suiza, sonaría música “típica” alemana, iodilahihó, haciendo referencia a una vieja alemania que esa gente nunca conoció pero aún recuerda y siente Sehnsucht –saudade, dirían los brazucas (medalla de bronce, ja!)- por ella. En cambio acá, en Mariental, música de ahora, anhelando una Alemania que tampoco conocen, pero al menos es actual…

La otra mitad de los nombres de ciudades (bah, pueblos, si fuera por nuestros cánones no habría ninguna ciudad acá), tiene nombres o bien afrikaans (es decir, en el holandés sudafricano) o bien africanos, en algún idioma originario.

Cómo ven, de la primera parte del viaje, lo más interesante fueron los nombres de los pueblos y sus preferencias musicales. El sur de Namibia está prácticamente desierto. Toda la gente vive en el norte. Ahí es donde está la verdadera pobreza, en la frontera con Angola y Zambia.

La segunda parte del viaje fue distinta. Los colores cambian de ese amarillo beige de pampa seca a toda la gama de colores del desierto de arena y roca. Alucinante e inútil de describir, habiendo fotos. Acá también se empieza a ver la fauna silvestre, antílopes (springbok, oryx), avestruces (riquísimos!), caballos salvajes del desierto, y supuestamente otros bichos que no llegamos a ver.

La historia de los caballos salvajes del desierto es particular, ya que no se sabe cómo aparecieron acá (los caballos son europeos, no hay caballos en África) pero hay distintas teorías que incluyen un naufragio costero de un buque con animales (digamos, como en Madagascar, I want to move it, move it), o la de que los caballos sobrevivieron a sus antiguos dueños, potencialmente la Schutztruppe alemana o un loco alemán que construyó un castillo en el medio del desierto para su mujer, que cuenta la leyenda nunca fue, con caballerizas, tropillas y todo. La cuestión es que estos caballos, una vez en el desierto, empezaron a adaptarse para sobrevivir, y se mueven más lentamente, transpiran menos, y pueden tomar agua cada 5 días… eso sí, están medio flacos, hay que admitirlo.

Llegando a Lüderitz, los últimos 100 km de ruta bordean el Sperrgebiet. Se trata de un territorio vedado, de más o menos 30 mil kilómetros cuadrados, desde la ruta hacia el sur, hasta la frontera con Sudáfrica, donde se encuentra el 90% de la riqueza namibiense: los diamantes. Está terminantemente prohibido ingresar a ese territorio. Patrullas de NAMDEB, la empresa dueña de la concesión minera de diamantes, recorren la zona y, según se dice por ahí, adhieren a la doctrina del gatillo fácil. NAMDEB es un joint venture entre el gobierno namibiense y De Beers, la mayor empresa mundial diamantera. Después del impacto de “blood diamonds”, esa película con el rubiecito este que se me escapa el nombre, NAMDEB hace muchísima publicidad acerca de las bondades de los diamantes para Namibia. NAMDEB aporta efectivamente el 90% del ingreso impositivo del país. Ya estoy pensando algunos proyectos para ver si les saco unos mangos.

Unos diez quilómetros antes de Lüderitz se encuentra Kolmanskop, el “pueblo fantasma”. Originalmente sede de Consolidated Diamond Mines (CDM), la empresa predecesora de NAMDEB, en tiempos de la colonia (o sea, hasta 1990!), este pueblo fue simplemente abandonado a fines de los 50, ya que el área quedó vacía de diamantes y la empresa descubrió un nuevo núcleo más al sur, en Oranjemund, justo en la frontera con Sudáfrica. Ahora el pueblo se puede visitar, y aunque no entramos saqué algunas fotos que espero poder postear lunes o martes.

Lüderitz, pueblito al que las guías describen como un énclave europeo o un pueblo con ambiénte bávaro, no es nada de eso. Es un pueblito con una herencia colonial fuertísima, edificios construidos por los alemanes a principios del siglo 20, con un cierto aire art nuveau, y con todas las calles con nombres alemanes (la principal de Bismarck Str.), pero nada más. Como pueblito, una cagada, la verdad. Pero queda en una bahía privilegiada, protegida por la península del “Díaz Point”, el cabo sobre el que desembarcó Bartholomeu Dias allá por el 1486, creo, cuando América aún no había sido “descubierta”… hasta 188ipico se llamó Angra Pequenha. Después la compañía de un tal Lüderitz se la compró a los Nama por unas libras esterlinas y unos fusiles, y Lüderitz convenció a Bismarck de que convirtiera el territorio en protectorado alemán. Lo demás es historia, de Südwestafrika, y después Namibia.

Pero entonces, a qué fuimos a Lüderitz? La directora tenía que hablar en la clausura de la Feria de la Juventud de la provincia de Karas, que era esponsoreada por la UNESCO (el otro auspiciante era NAMDEB!). El tema central de la feria (supuestamente una “expo”) era promover jóvenes emprendedores (young entrepreneurship). En realidad en la feria había unos cuatro estánds de emprendedores, fundamentalmente artesanos, y todo lo demás era la prenda “yo sé” de feliz domingo, que si lo crearan ahora sería un reality show. Algunos cantaban, otros bailaban, otros hacían ambas cosas, otros actuaban. Y algunos, contados, lo hacían bastante bien, especialmente cantar y bailar. La clausura, que era cuando se entregaban los premios, era en el salón de un centro comunitario y debía empezar el sábado a las 5 de la tarde, pero se retrasó hasta pasadas las 6, porque antes de la ceremonia les daban de comer a todos los pibes, un plato con una especie de media porción de tira de asado, con pan, mucho pan, tipo lactal. A comer con los dedos, eso sí. La mayoría eran estudiantes secundarios, o al menos eso parecían. Los emprendedores, si es que podemos llamarlos así, sin embargo, eran mayores. La entrega de premios duró hasta las 9 de la noche, había premios para todos. En un momento, mientras me divertía tomando fotos, tomé conciencia de que era el único blanco en la sala. Fue muy interesante. La directora dio un muy buen espích. Me sorprendió. Pero todo fue muuuy largo…

El tiempo libre en Lüderitz fue más dinámico e igualmente interesante, en otro plano. Ya vieron, o verán, las fotos. Se trata de un desierto de piedras en una península rodeada de varias bahías, con islas bastante cerca de la costa. El atardecer (me escapé a sacar unas fotos antes de que empiece la ceremonia), alucinante. Comentarios más precisos junto a las fotos!

Mañana lunes por la mañana tengo que dar mi primera alocución pública en este cargo, inaugurando un curso sobre manejo integral del agua en la cuenca del río Oranje. Cómo se imaginarán, no sé un carajo de eso… Por suerte es a las 10, así que tengo casi dos horas para prepararme a la mañana… El otro gran objetivo de la semana es encontrar una casa para cuando llegue mi familia. Estoy ansioso, pero faltan como tres semanas!!

miércoles, 20 de agosto de 2008

Del hogar al trabajo, y del trabajo… al trabajo

Gracias a todos por los comentarios. La verdad es que me hicieron compañía, pero también me hicieron pensar. Para mi suegrita, liberé los comentarios. No más censura previa. (total siempre puedo borrarlos después). En realidad, mucha censura no había, si ni siquiera borré el mensaje de Alvarete de la Baie James… Algunos leyeron mis textos como que me había costado mucho la llegada acá, casi como que estuviera deprimido. Yo no me veo así, pero esos mensajes me hicieron reflexionar. Creo que tiene que ver con el fin de semana.

Estos primeros tres días de trabajo fueron distintos. No tuve mucho tiempo para deprimirme. Salvo cuando hoy miércoles estudié por primera vez a fondo mi presupuesto. La verdad es que tengo muy pocos fondos para proyectos, mi antecesor se gastó casi todo el presupuesto del bienio, que termina a fines del año que viene… Por lo tanto, una de mis principales actividades va a ser fundraising. Dependeré mucho también de mis colegas amigos de París. No va a ser fácil, pero le agrega pimienta al tema.

Cuando imaginaba el trabajo en Namibia tenía una cierta fantasía de que fuera bastante relajado, casi una larga vacación, debo confesar. Sin embargo, por ahora es todo lo contrario. Desde que empecé el lunes, no paré. Mi ausencia de la blogósfera no fue casual. Llegaba a casa (ven que ya decidí quitarle las comillas) tarde y cansado. Además, no quiero acostumbrarlos a una entrada diaria. No creo poder cumplir, ni creo que a nadie le vaya a dar para leerlo.

El lunes me enteré de que entre esta semana y la que viene vamos a tener 3 grupos de visitantes de distintas partes del mundo, todos relacionados con temas del manejo del agua y de las cuencas, el tema favorito de mi antecesor. Mi asistente se ocupaba de conseguirles reuniones con la gente clave en Namibia (qué parece ser que existe), pero se olvidó (o no le indicaron) de arreglar todas las cuestiones protocolares. Así que dediqué gran parte de estos días a arreglar esos entuertos con la “comisión nacional para la UNESCO” que es nuestra contraparte en el gobierno namibiense. Un embole, al verdad.

Uno de las personas clave en el tema de agua es Greg, el dueño del depto: el mundo es un pañuelo! Bah, en realidad, Namibia es un pañuelo… Hoy contaban que para cada cargo que se abre en la oficina nuestra para un concurso local (cargos de apoyo administrativo, como de asistente), se presentan alrededor de 2000 personas. Teniendo en cuenta que la ciudad tiene algo más de 240.000 personas, es el 1% de la población, y más aún de la población adulta. Y estos puestos ni siquiera están demasiado bien pagos… La UNESCO todavía tiene mucho prestigio, especialmente entre los que no la conocen por dentro…

Hablando de asistentes, el lunes me enteré que tengo dos. Nicole y Melissa. Y que viven en conflicto. A las dos se les termina el contrato a fines de setiembre, por suerte, diría. Parece que a mi estos conflictos me persiguen. Ya pasó entre Maria Helena y Chantal, en Montreal. Ahora acá. Pero creo que algo aprendí en este tiempo, y por lo menos no me voy a calentar. Voy a pilotearlo y organizar el laburo de manera tal de que no se crucen demasiado. Claro que comparten oficina... En cualquier caso, lo grave es que, cuando se les termine el contrato a estas dos, parece que igual no tengo plata para contratar a nadie para reemplazar a ninguna de las dos. Voy a ver como hago, algo se me va a ocurrir, con tal de no tener que ocuparme yo de todo el papeleo administrativo, que en esta organización no para de crecer.

Hoy a la tarde tuvimos la reunión mensual de todo el personal y éramos 18, 14 mujeres y 4 hombres. Extrañamente, en el momento de elegir delegado del personal para una reunión de personal inter-agencias que se va a hacer el viernes, una de las “chicas” propuso como candidato a Boyson, el único administrativo varón de la oficina. Y salió elegido por unanimidad. Al menos la directora es mujer… En esta reunión también se dio la extraña situación de que solamente había 2 blancos entre todos los presentes, Nicole –que de todas maneras se va- y yo. No es facil…

Hablando de blancos –esta entrada de hoy es una serie de asiociaciones más que un recuento cronológico, tratando de seguir la sugerencia de Lautaro- cuando llegué hoy a casa me encontré en el patio con Heidi, la esposa de Greg. Heidi ha de tener un par de años más que mi madre, y se parece bastante a Lolli, la mamá de Feli. Resulta que sus padres eran de origen alemán, y huyeron de Rusia en el 18. Una historia muy parecida a la de mi familia. Sólo que ella sigue despotricando hoy en día contra los comunistas: “mi madre decía, a los 92 años, tan lejos tuve que huir de los rusos y hoy están acá en Angola”. Esta Heidi se dedica a vender juegos “educativos”, de esos hechos en madera. Son esos juguetes caros que se consiguen en jugueterías especiales y que a Sole le encantan… Yo me preguntaba si tendría algo hecho en Namibia. Sería una buena idea combinar las habilidades artesanales con el diseño de juegos educativos. Podría dar un producto interesante, para un mercado de alto nivel pero con “conciencia social”, en Europa o Norteamérica (sabemos que en Argentina, eso no se consigue). Pero no creo que a Heidi le parezca una buena idea. Ella es blanca e importa juguetes alemanes y chinos, para los blancos de acá (5% de la población, no me canso de repetirlo)… (sí, hoy estoy prejuicioso, estoy empezando a enfrentar el tema racial).

El lunes fue la despedida de una colega del área de educación. Se vuelve a Zambia, por un año, de licencia. Algo debe haber pasado, pero yo no me enteré. La cuestión es que la despedida era a las tres de la tarde en la casa del jefe de esta chica. Yo estaba preparado para una reunión informal, unos tragos, charlas, unas palabras, bah, una despedida tranqui. Pero no. Mientras íbamos llegando a la casa nos iban asignando asiento, en el patio o dentro del quincho. A mi me tocó un asiento acolchado, bajo techo, similar al de la directora, fruto de mi estatus especial, principalmente por mi rango de profesional en la oficina, o bien por ser nuevo, supongo. El resto de los presentes eran gente de mi oficina y también la segunda línea del ministerio de educación. Al rato tomé conciencia de que yo era el único blanco. La reunión fue muy rara… uno por uno se paraban y decían palabras resaltando las cualidades de Mui. Hasta un tipo del ministerio le cantó una canción. Parecía que la estábamos velando, no solamente de cuerpo presente, sino vivo… Después de una gran cantidad de espiches, y de la entrega de un regalo, finalmente habilitaron los sánguches y el jugo. A eso de las cinco nos fuimos todos. La gran mayoría (en realidad, todo el staff internacional) nos reencontramos minutos más tarde en la oficina, sin saber que todos estábamos volviendo. Se labura mucho, acá.

Arreglé con el taxista para que me busque y traiga todos los días. En un triunfo de mis capacidades de negociación, logré que Arnold (así se llama, aunque nunca será ni governeitor de california ni vivirá en el penthouse con su hermano, de qué estás hablando, willis?) me rebajara cada viaje a 40 dólares namibienses. Igual, necesito un auto, ya. Pero todavía no tuve ni tiempo de ponerme a buscar. La semana que viene, espero poder dedicarle un rato.

El fin de semana puede que me vaya a Lüderitz. Es un pueblo costero a 8 horas de ruta de acá. Lüderitz fue el alemán que fundó la primera población blanca en Namibia. Y es donde se encontraron los primeros diamantes, que hacen hoy a la riqueza de este país. El sábado hay un evento esponsoreado por la UNESCO y la directora me invitó para que la acompañe. Estaría bueno, pero todavía no estoy seguro si puedo ir, porque como les dije al comienzo, tengo visitas. Y puede que tenga reuniones el viernes, aunque voy a hacer todo lo posible para zafar. Estaría bueno viajar un poco, sacar algunas fotos, e ilustrar un poco este blog que se está poniendo muy gris.

domingo, 17 de agosto de 2008

Domingo de blog

El texto de ayer fue demasiado largo. Voy a tratar de hacerla más corta, hoy. Supongo que uno de los principios de un blog debería ser que alguien pueda leer las entradas hasta el final… Algunos parecen haber leido la de ayer, finalmente, ya que recibí mensajes muy positivos, y de los otros... Sigan comentando, que eso hace que tenga sentido!

Pero dejemos el metatexto (uy, me acordé del Gallo, mi profe de literatura y música, QEPD) y volvamos a los diarios namibienses. Averigüé el gentilicio, pero no me convence. Namibio suena demasiado facil. Estos diarios seguirán siendo namibienses (y no, Juan, nabo no es un gentilicio).

Ayer al final no fui a cenar. Hacía demasiado frío y había un viento fatal, así que me hice de comer. Cociné unos Knödel y me abrí una lata de arenque, todo alemán (la cerveza sí, era local, seguí con mi preferida de ayer). Pero no le echemos toda la culpa a la globalización, tengamos en cuenta también el impacto de los recuerdos de la infancia. Y el peso de los genes. Todos estos estaban presentes también allá en Montreal, cuando almorzábamos en el supermercado alemán-austríaco, pero la soledad –la de estar solo, no la Soledad de estar acompañado- los hace aflorar. Así que me hice una cena homenaje a mi madre, y me dediqué a ver un poco de tele, para descansar de tanto blogueo.

Mientras estaba preparando la cena apareció Greg, el dueño del departamento, a saludar, ya que había vuelto de la playa. La esposa se llama Heidi, pero no, él es Greg, no Pedro. No parece tener edad de tener abuelito, tampoco. Ambos son blancos, parte de ese 5% de la población. Me dijo que le pagara a fin de mes, que no había apuro. Después, entendí el tema de la tele. No es que de los tres canales uno sea E Entertainment (ya me parecía muy raro), sino que en ese canal simplemente veo en mi tele el mismo canal que están viendo los dueños de la casa en el satélite. Ayer a la noche se dedicaron, por suerte, a las olimpíadas. Y hoy domingo, a la mañana, también. Pero de los diez canales que daban los juegos, siempre se salteaban el de tenis, por lo que me perdí el triunfo del Rafa. Para entender esto les tengo que explicar un poco cómo es este depto. Hay dos deptos en el fondo de la casa de Greg, algo así como el depto de Nati en la casa de Graciela y Martín, o como donde vivía Andrés en lo de sus viejos. Se abre la reja con el control remoto y se entra al patio, donde se estacionan los autos (cuándo tendre el mío propio?). Al fondo está el depto. Para lavar la ropa, se entra la costado de la casa. Puse algunas fotos de la casa y el barrio acá en facebook http://www.facebook.com/album.php?aid=139879&l=f332b&id=1040641924 (todavía no estás en facebook?). No saqué más fotos porque recomiendan no andar con super-cámaras por ahí. Y la mía es una super-cámara, modestia aparte. Por ahora hice caso.

A la noche me tuve que tapar con una tercera frazada. Hacía muucho frío, y no hay calefacción… Greg y Heidi juraron que este sería el último frío de la temporada. Esperemos…

Hoy a la mañana me levanté a las 9. Parece que el jet lag está superado, toquemos madera. Me vi un rato las olimpíadas, y después a eso del mediodía me fui a la oficina, a usar internet. Es raro no tener nada que hacer un domingo. Extrañé muchísimo a Sole y los chicos.

Descubrí que Feinmann no tiene razón. No cualquier pelotudo abre un blog, solamente uno muuuy paciente. A pesar de que blogger (de google) te ofrece todo predigerido, hay que seguir un montón de pasos. Uno tiene que escribir su propio perfil! Hay que decidir el formato (Elegí el formato por defecto. Ya habrá tiempo de encontrar uno mejor). Traté de agregar un gadget que diera el tiempo en Windhoek, pero el programita maldito insistía en presentar el clima de Hong Kong. Lo descarté, no sin antes probar todas las opciones que se me ocurrían. Mientras tanto, mandé el borrador del texto de ayer a mis censores, Sole y Manuel. Ambos lo aprobaron, y Manuel me corrigió algunas cosas, convirtiéndose en mi editor oficial. Lo mío es una carrera meteórica al estrellato web 2.0. Tengo blog y editor. Pensar que ayer todavía no era nadie y dudaba en publicar mi escrito. Ahora falta que alguien lo lea y listo.

Como era de esperar, no todo fue internet hoy a la tarde. Aproveché las lagunas en la conexión para seguir ordenando la oficina. Todavía no moví el mueble, pero ya está casi todo listo para ello. Estoy sorprendido de la cantidad de carpetas que juntó Alex. No tengo idea de lo que voy a hacer con todo eso. Yo por lo menos antes de irme de Montreal tiré todo a la basura, para tranquilidad de mi sucesor.

Me fui a cenar directo de la oficina. Le hice caso a Sole y cambié de restaurant. Es que tengo que empezar a estudiar los restaurantes para ir seleccionando favoritos para cuando ella llegue. Fui a O Portuga, que está localizado en el local que fuera el restaurante El Gaucho. Una especie de homenaje sarmientino a la muerte del gaucho, en este caso a manos de los portugueses, que si bien son europeos, no son demasiado civilizados. Así estamos. Llegué antes de las 7, porque no tenía ganas de ir a “casa”y volver, y descubrí que acá la hora de comer son las 7 y media, cuando se llenó el boliche. Pero al menos no cierran a las 10 como en Montreal, sino a las 11, o más tarde. Al igual que ayer en el almuerzo, le presté atención a la composición de las mesas. De todo el restaurante, solamente una mesa era mixta. Las otras mesas eran homogéneas, o bien de blancos, o bien de negros (acá no está mal usar el término “negro”, me parece, ya que africanos son todos (serán African-africans?), y a la gente que llaman “de color”, coloured, nosotros la llamaríamos mestizos).

Cené pulpitos fritos y bife de Kudu, un tipo de antílope, con vino de la casa (berretón). El kudu ese no me gustó mucho, tenía medio gusto a hígado, que no está mal en el hígado, pero que desentona en un bife. Los pulpitos estaban deliciosos. Pero venían en una salsita repleta de morrón, rojo y verde. Estos ingleses, que se precian de tener palabras para todo, y para lo que no, inventarlas, no tienen palabra para morrón. Es la misma que para la pimienta. Y los que no podemos comer morrón pero sí pimienta, qué hacemos con la palabra pepper? Es verdad. Los ingleses tampoco tienen palabra para “hincha”. Al menos ninguna que describa a un hincha de verdad, como el de San Lorenzo (no se me ocurre ningún otro ejemplo de hincha de verdad, qué raro no?).

A la salida descubrí que los taxis no son tan baratos, sobre todo de noche. El radio taxi me salió 50 dólares namibienses, 21 pesos. El precio de la seguridad. Ya hablaremos de ese tema. Ahora los dejo hasta mañana, que es mi primer día de trabajo acá.

sábado, 16 de agosto de 2008

Bienvenidos al África

Necesito aprender el gentilicio correcto. Ni bien tenga acceso a internet –verdadero acceso-, lo busco. Mientras tanto, permítaseme el namibiense. Lo que pasa es que siendo Namibia mi nueva casa, me siento un tanto culpable por no haberlo averiguado ya.

Llegué el jueves 14 de agosto a las 8 de la noche. El avión venía demorado de Johannesburgo, porque había dos pasajeros, padre e hijo, que se llamaban Pablo Boquete, y aparentemente esto superaba a South African Airways. Ni siquiera teniendo en cuenta que los números de pasaporte de estos gallegos eran distintos, ni que tampoco su segundo apellido coincidía. Simplemente habían dado de baja del sistema a uno de ellos, no sin antes emitirle un boarding pass y dejarlo subir al avión. Finalmente, hicieron bajar a los dos, aduciendo exceso de peso. El avión tenía por lo menos 10 asientos vacíos, y era de los chiquitos, un CRJ de 40 asientos, calculo. Bienvenido al África, me dije.

En el Chief Hosea Kutako, Aeropuerto Internacional de Windhoek, me esperaban el chofer de la oficina, Matthew, y mi nueva asistente, Nicole, una chiquita canadiense que está haciendo una pasantía en la UNESCO y por lo tanto proporciona mano de obra barata. Ya quisiera yo haber sido recibido así cuando llegué a Canadá en 2002, casi sin plata para el taxi. Bienvenido al África.

El jefe Hosea Kutako, el del aeropuerto, fue un jefe de la tribu de los Herero que, si no me equivoco, combatió a las tropas coloniales alemanas. En esa guerra murieron, a fines del siglo 19, alrededor del 85% de los miembros de su tribu, empujados por la Schütztruppe a una muerte terrible en el desierto. Estimo que éste habrá sido el primer genocidio alemán. Al menos ya el gobierno alemán pidió disculpas por esto, en 2004... En esto de los genocidios, África fue pionera e innovadora. Me recuerda la experiencia de hace dos años en la Isla de Goré, frente a Dakar, en Senegal. El puerto de salida de los esclavos hacia América. Otro escenario genocida. Bienvenido al África.

Llegué de noche a mi departamento, alquilado a un funcionario del Ministerio de Agricultura, amigo de la UNESCO. Me había mandado las llaves al aeropuerto con Nicole, que me había conseguido el contacto, porque no había nadie para recibirme en la casa. Todavía hasta hoy no vi a mi landlord, ni le pagué, ni siquiera un anticipo. Bienvenido al África.

El departamento está bien, no le sobra nada, le falta internet, aunque Greg, el dueño, me había dicho por email que tendría acceso. Quizás haya que entrar a la casa principal para ello, lo sabré el lunes cuando Greg vuelva de la playa. El tema de internet es un problema. El viernes estuve usando internet en mi nueva oficina, y me resultó lentísima. Pero no es solamente que me malacostumbré a los estándares canadienses, sino que resultó ser bastante más lenta que la de la casa de mis suegros en Ezpeleta. Aparentemente, esto no es otro “bienvenido al África”. Es un “bienvenido a la UNESCO”, ya que según me explican la conexión de la oficina no es via un proveedor comercial, sino una red académica conectada a París a través de un nodo concentrador de todas las oficinas del continente en El Cairo. Mi pregunta acerca de la probabilidad de que esto cambie fue respondida con un silencio piadoso. Lo que pasa es que cada día se hace más dificil vivir sin internet. No consigo hablar con mi familia en Argentina. No consigo buscar direcciones ni teléfonos que necesito. Todo está en internet. Para cuando tenga casa, telecom namibia me ofrece ADSL de 1Mb/s (el más rápido disponible) a 1100 dólares namibienses, unos 150 dólares de los verdes de verdad, por mes, si firmo un contrato por 2 años. En un contrato de 1 año, se me va a 200 dólares mensuales. Una bicoca. Bienvenido al África.

El viernes me levanté tarde, consecuencia del jet lag al que ya me debería acostumbrar, pero me niego. Pasé la mitad de la noche desvelado, leyendo, entre las 3 y las 6, y solamente dormí antes y después. La novela luminosa, de Levrero, un uruguayo, que me regalaron Lautaro y Kathi. El tipo se pasa las noches escribiendo su diario describiendo las dificultades que tiene para escribir. Me contagió y acá me ven, me puse a escribir, sin dormir. Llegué a la oficina sobre el mediodía (mi primer día de trabajo oficial es recién el lunes), para descubrir que los viernes se trabaja solamente hasta las 2 y cuarto. Los demás días, de 8 a 5 con pausa en el medio para irse a comer a casa. Esto sí que es vida. Bienvenido al África.

El tiempo en la oficina me alcanzó para que me hagan la credencial de acceso al UN House, donde se encuentran las oficinas de la UNESCO, al igual que de las restantes agencias del sistema. Un edificio flamante, que no debe tener más de un año, íntegramente construido por empresas contratistas chinas. Bienvenido al África.

Me quedé hasta las 5 de la tarde luchando con la internet y ordenando mi oficina. Alex, mi predecesor, había dejado bastantes cosas personales, y en general la oficina tenía un desorden que no era el mío. Tal vez solamente quise marcar el territorio, pero me puse a ordenar en seguida y quedó bastante mejor. Todavía tengo que decidir si cambio un mueble de lugar, creo que sí, lo voy a hacer, aunque me da un poco de vergüenza esta estrategia territorial tan evidente. La oficina es linda, más grande que la de Montreal, con una pequeña sala de reuniones a la entrada, y una ventana con vista a Klein Windhoek. La vista al cementerio de nuestra señora de las nieves era más bonita y más verde. Sin embargo, todo indica que no voy a extrañar mi vieja oficina. No todo lo que brilla es oro, ni lo que tiene buena vista vale el esfuerzo.

Al fin pude hablar con Sole, que me llamó por Skype al celular. Sí, camino a mi departamento, viniendo del aeropuerto, ya había pasado por un supermercadito y comprado un chip por 20 dólares namibienses que venía con 19 dólares de tarjeta precargada. El chip en sí me salió entonces un séptimo de dólar US, algo menos de 50 centavos argentinos. Lo instalé en mi teléfono y funcionó instantáneamente. El chip de Personal que compré el año pasado en Buenos Aires me salió 15 pesos, y tardó 3 días en activarse. Y ahora van a pedir huellas digitales para comprar una línea de celular, como pedía el “ingeniero” Blumberg... instantáneamente, la Argentina va a estar más segura. O habrá que cuidarse los dígitos. Bienvenido al África.

A media cuadra de la oficina hay un supermercado, así que al salir me fui a proveer de los insumos básicos para mi vida de soltero: cerveza y fiambres. Y algunas otras cosas, de menor importancia. El supermercado me sorprendió por su nivel. Hay de todo. Muchísimas cosas importadas, especialmente de Alemania. De Sudáfrica no cuenta porque hay unión aduanera, si hasta se pueden usar los billetes de Rand en forma indistinta a los de Dólar namibiense, 1 a 1. Convertibilidad, cómo te extrañaba! Ahora que lo pienso, no te extrañaba un carajo. Igual, si te extrañara, me voy a Buenos Aires y divido por tres. 1 a 3, se llama Konvertibilidad. Es que nadie se acuerda como terminó la primera? A nadie se le ocurre otra política? Bienvenidos al África.

Lo más interesante en cuanto a productos que conseguí en el super es algo llamado biltong, que es como un charqui africano. Sabroso, ideal para acompañar con cerveza. Hablando de cerveza, estoy haciendo una especie de degustación para decidirme acerca de cuál va a ser mi cerveza namibiense de cabecera. Hasta ahora probé la Windhoek Lager, la Windhoek Special y la Windhoek Draught. Son todas bastante buenas. En Argentina serían premium, porque cumplen con la ley alemana del “Reinheitsgebot” de 1516, solamente agua (mineral), malta de cebada, y lúpulo. Yo preferiría una pilsener (voy a extrañar la Urquell), pero me quedo en principio con la Windhoek Draught, que viene en latas de 440ml. Todavía me falta probar la Tafel Lager, y averiguar si hay alguna otra marca. Hay varias sudafricanas, voy a ver si las pongo en competencia más adelante. También se consiguen alemanas, como la Erdinger Weissbier, pero no es justo incluirlas en la competencia.

Y hablando de comida, a pesar de todas las provisiones adquiridas, sigo cenando fuera. Hasta ahora, fui las dos noches a cenar a Joe’s Beerhouse, un boliche de turistas y blancos (= ricos) donde todo bicho que camina va a parar al asador. Tiene la gran ventaja de quedar acá a dos cuadras. Y se morfa bien. El jueves comí un bife de cebra, sabroso, si bien un poco duro. El viernes, un bife de pez espada. Sabroso, si bien un poco duro. Parece que hay una tendencia. Cada plato sale más o menos lo mismo que el bife en Justo Corrientes (qué buen bife, uno de los mejores que recuerde!), antes del descuento del club de lectores de La Nación. Espero más adelante aventurarme un poco más lejos, sobre todo porque la carta no es muy larga, y porque a este ritmo me como la minivan. Igual, conociéndome, hoy termino cenando de nuevo ahí. Quizás porque hoy me enteré de que el restaurante argentino El Gaucho cerró recientemente (y eso que no se llamaba Casa Gaucho como el de Montreal. A todo esto, sólo hay gauchos en Argentina?). O quizás es como diría mi viejo, la ley del menor esfuerzo.

El sábado los negocios cierran al mediodía. Algunos a las 10 y media (los bancos) –para qué abren, me pregunto-, otros llegan hasta las 2 de la tarde. A pesar de que hoy me desperté a las 6 y media, no pude salir temprano. Me quedé leyendo la Lonely Planet hasta casi las 9 (hacía mucho frío para levantarse), y después lavé la ropa. Sorprendidas estaban las camisas de verse colgadas al sol, por primera vez en su existencia (iba a poner vida, pero aceptémoslo, las camisas no son seres vivientes)! Bienvenidas a África!

A eso de las 11 estaba en el centro, que queda a 10 minutos de taxi. No tenía muy en claro a qué iba, pero supongo que se trataba de una especie de misión de exploración y descubrimiento. Había pensado en ir a ver autos usados, pero lo descarté. No sé bien porqué, pero lo descarté, supongo que por vago. O porque no estoy preparado todavía. Todavía ésta no es mi casa, aunque no sé cuál es. Recorrí el Post Street Mall, que es la peatonal, y algunos otros lugares del centro. Había estado ahí la única vez que vine a Namibia antes, en marzo, pero entonces esto era un proyecto todavía un tanto difuso. Hoy es una realidad, y ya debería empezar a hacerme cargo de ello. Entré a varios negocios, para calmar la ansiedad de consumo. No de consumo real, sino de consumo potencial. Verifiqué que podría comprar casi todo lo que se me podría ocurrir comprar, desde copas Riedel hasta toallitas descartables de Pampers, pasando por las zapatillas Puma rojas de Ferrari y la camiseta original del Arsenal, no el de Sárandi, el Ársenal original, los gunners, el equipo de mi amigo Venkat. También había equipos de música para enchufar el iPod, accesorios para la Kitchenaid, pavas eléctricas, y otras pavadas. Verifiqué que, si quisiera, me podría comprar una máquina de espresso italiana, y una cafetera de pistón. Ah, y la cubetera de silicona para hacer cubitos con forma de estrella (me dirán que entonces, no son cubitos, son estrellitas, pero no, cubitos lo define mejor), así como esas garrafitas de propano para camping que uno siempre puede necesitar. También vi los zapatos CAT que me acabo de comprar el martes en Grimoldi, y docenas de ojotas Crocs, de las de endeveras, las canadienses, no las truchas. De paso, compré espuma de afeitar Gilette para piel sensible. La misma que uso en Montreal. Usaba. Y en Buenos Aires. Uso. La globalización, qué maravilla. La mía, digo. La otra, se ve reflejada en que lo que me costó encontrar fueron productos namibienses. Sí, claro, ya mencioné el biltong, pero a parte de eso, solamente artesanías. Y la Lonely Planet me pincha el globo, sosteniendo que las que se venden en el Post Street Mall son importadas de Zimbabwe!! Claro que es verdad que no me aventuré a las joyerías. Diamantes y piedras semi-preciosas pertenecen a un dominio que solamente exploraré cuando llegue Sole, y aún entonces, bajo protesta. En este punto éstos parecen ser los únicos productos namibienses. El otro debe ser el turismo, y yo no estoy para eso, porque no soy turista. ¿Porqué insisto entonces con la Lonely Planet? ¿Acaso no puede uno ser turista en su propia casa? En fin, el turismo también lo dejo para cuando lleguen Sole y los chicos. Bienvenidos al África, aunque falte demasiado tiempo, casi un mes.

En las librerías, la globalización se expresa de manera singular. Claro que se encuentran todos los bestsellers en Namibia. Pero también muchísimas Lonely Planet, aunque no sean Lonely Planet. En inglés, en alemán, en francés, en italiano. Nada en español, sin embargo. Coño, que la globalización no ha llegado a finisterre. Y eso que estamos claramente en culis mundi. La globalización de las librerías trae consigo también muy buenas ediciones de autores locales. Pensándolo bien, las librerías han sido pioneras en globalización. Esa otra globalización, la del acceso. No la de las puertas cerradas.

El idioma oficial de Namibia es el inglés. Sin embargo, no es el más hablado. La SWAPO, cuando tomó el poder tras sacarse de encima a los invasores sudafricanos, se encontró en 1990 frente al dilema del idioma. El Afrikaans era entonces la lengua más hablada, la lingua franca impuesta por el colonizador, y lo sigue siendo hoy en día. Las otras lenguas, indígenas, propias, eran principalmente dialectos del Bantu o lenguas Khoisan. Solamente el 2% de la población hablaba inglés. Sin embargo, la globalización pudo más. Namibia optó por el idioma del business. Y lo impuso sobre todos los demás. La justificación esgrimida fue que ningún grupo étnico se viera favorecido con respecto a los demás. Hay que admitirlo, es una buena razón, la de la paz social. Aunque le facilite el juego a la globalización. Fui entonces a la librería alemana a comprarme libros de idiomas. Me había propuesto empezar a aprender Afrikaans y tal vez Oshiwambo. Rápidamente encontré libros y DVDs para aprender Afrikaans, nada para los otros idiomas locales. Este simbolismo pudo más, y abandoné mi propósito por el momento. Ya veremos más adelante.

Volví (a “casa”) y la ropa ya estaba seca. Me senté a leer al sol del atardecer, bajo el canto de docenas de pajaritos. Un placer. Si hasta tomé un poco de color hoy, a pesar de que es invierno. Parece que Namibia tiene una de las más altas incidencias de cáncer de piel en el mundo (Esto no lo leí en la Lonely Planet, es fruto de mi incansable búsqueda en internet). Después opté por entrar, y me puse a escribir, y acá estoy. Ya es de noche y en cualquier momento debería salir para Joe’s Beerhouse, no vaya a ser que me extrañen en la barra. Volverme habitué de un lugar ayuda también a sentirme un poco más en casa.

Acá no hay transporte público en el sentido que lo conocemos. No hay colectivos ni, obviamene, subtes. Windhoek tiene algo más de 200 mil habitantes, pocos más que el edificio de la calle Lezica en el que viví en una vida anterior. Subtes no necesita. De hecho, casi no hay tránsito. Se llega de una punta a la otra de la ciudad en menos de diez minutos, o al menos eso es lo que se supone. La función de transporte para los sin-auto, entre los cuales espero contarme el menor tiempo posible, la cumplen los taxis. Circulan por las avenidas levantando pasajeros hasta que se llenan y los van depositando por órden geográfico de destino, supongo. Si vas al centro o no los hacés desviar de las avenidas, te cobran el equivalente a un dólar US. Si tienen que desviarse, o van en dirección a las afueras, cobran 2. En cualquier caso, más barato que un colectivo en Montreal. Pero más caro que el blanquito semirrápido de Ezpeleta al correo central. En Namibia, según la Lonely Planet, fuente de toda razón y justicia, el 55% de la población sobrevive (¿?) con menos de 2 dólares por día. Bienvenido al África.

Hoy es el cumpleaños de mi hermana, Martina. Le mandé un email pero me rebotó, Sole dice que la dirección de ciudad.com.ar la dio de baja hace más de 2 años. Feliz cumple, Marti!

A la noche hace frío. De hecho ahora son las 6 y media de la tarde y la verdad, tengo frío, con mi pulóver de hilo. Por suerte, no traje campera, ni ningún otro abrigo. Creo que me voy a poner encima la remera de los Canadien, que si sirve para jugar al hockey sobre hielo debe dar algo de calor. Y además es azulgrana.

El lunes empezaré con los trámites, visa, documentos, luego reunión con la mudadora. Tengo que reportarme al consulado en Pretoria, abrir una cuenta bancaria, conseguir que me paguen mi subsidio de instalación, hablar con el colegio de los chicos, contactar inmobiliarias para empezar a buscar casa, buscar un auto para comprar. Mientras tanto, tengo que contactar a Federico para ver si hay alguna novedad en Montreal por la venta de la combi (les conté que no la pude vender?). Ah, al medio día tengo reunión con la directora de la oficina, mi nueva jefa. Para finalizar, a la tarde hay una despedida de una colega que se va a otra oficina, creo que a Zambia. Ahí tendré la oportunidad de conocer a todos, incluyendo a la que se va. Todo esto es lo que me tiene a mal traer y me despierta por las noches, tal vez no sea el jet lag. O tal vez sea simplemente que me faltan Sole y los chicos.

A todo esto, qué bueno esto de escribir. Si hasta parece calmarme un poco la ansiedad. El escenario ese de salto al vacío frente al que me encontraba el miércoles, parece más calmo. He dado un gran paso adelante (estaba parado al borde de un abismo…).

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Las palabras del “filósofo K” JP Feinmann (“no hay pelotudo que no tenga un blog”) me llenaron de aliento y casi me obligaron a disparar este blog.
También el recuerdo de mi abuelo Valentin, que se entusiasmaba con la idea de que yo alguna vez fuera periodista como él. No llegué a tanto, pero así al menos puedo ser cronista, y maltratar el lenguaje a mi manera, mientras cuento mis vivencias y les paso mis ansiedades a ustedes.

Volverían a leer otro capítulo de este diario? Alguna vez se me volverá a ocurrir algo para escribir? Comenten, por favor, que para eso es un blog!