La del título pretende ser una pregunta honesta, no una exclamación desesperada, nótese que no lleva signo de admiración, ni repite el de pregunta. Es tiempo de contar cómo vinimos a parar a este rincón hasta ahora ignoto del mundo.
Empecemos por la historia de mi laburo. Mi trabajo anterior en Montreal estaba dedicado específicamente a las estadísticas. Recolectábamos, analizábamos y publicábamos estadísticas de ciencia y tecnología, o más bien de investigación y desarrollo. Para esto, dábamos cursos-talleres de capacitación a los encargados de producir las estadísticas en los distintos países (del mundo “en desarrollo”) discutiendo las metodologías en uso a nivel internacional, para que los datos producidos por cada uno de los países fueran comparables entre si. Durante las discusiones con los encargados de estadísticas de los distintos países, sin embargo, aparecían muchas cuestiones que demostraban la dificultad –si no imposibilidad- de aplicar metodologías desarrolladas en países desarrollados a los contextos sociales, económicos, culturales y científicos de países con características claramente diferentes. Entonces otra línea de trabajo era la de adaptar las metodologías existentes a estos “nuevos” contextos (en el sentido de que antes no eran aplicadas aquí) y desarrollar nuevas metodologías que permitieran reflejar mejor los sistemas científico-tecnológicos de los países. Todo esto bajo el paraguas de seguir promoviendo la comparabilidad internacional de los resultados. En fin, un trabajo interesante, si bien un tanto hiperespecializado.
(Ahora que muchos de ustedes se enteraron y hasta tal vez se hicieron una idea de a qué me dedico realmente -siempre fue más fácil describir mi trabajo como “vender tarjetas de navidad”, ya saben, como Maxwell Smart J, aunque Juan Carlos reclama el copyright sobre esta explicación- olvídenlo, porque mi nuevo trabajo acá en Namibia es completamente distinto. Pero sobre eso otro día, en otra entrada.)
Entonces, porqué irse? El problema en gran medida fue esa hiperespecialización, junto con un ambiente de mínima motivación, en el que al final parecía que yo era el único en la oficina al que le importaba e interesaba lo que hacía, a parte de a mi equipo. Un tercer motivo para dejar ese trabajo era la clara percepción de que en esta línea no había más carrera para mí dentro de la UNESCO, ni demasiadas oportunidades fuera de la organización.
Al mismo tiempo, ya habíamos pasado seis inviernos en Montreal, se hacía urgente tomar una decisión de vida. Si nos quedábamos, teníamos que empezar a pensar en establecernos de otra manera, comprar una casa, volvernos “canadienses”. Nos habíamos casado en Montreal, nuestros hijos nacieron en Montreal, hicimos muchos amigos en Montreal, los chicos crecían en un ambiente ideal, pacífico y tolerante, hablando tres idiomas. En fin, Montreal se estaba convirtiendo (se había convertido) en nuestro hogar, casi por inercia. Pero esa no es la forma de elegir un hogar, o al menos no es la nuestra. La inercia no es buen consejero. Y no le hicimos caso. Sentíamos el cosquilleo de las hormigas en el traste (sobre todo yo, pero no sólo yo; me atrevo a decir que Sole también le encontró el gustito a esta vida de locos, a pesar de la distancia con la familia y las chicas).
A principios de año, estando “en misión” (terminología unesquiana que significa estar de viaje de laburo y que refleja la fantasía iluminista que nos asocia con los curas que venían en misión a convertir a los salvajes -a estas tierras y a las nuestras- o a más recientemente a Tom Cruise (es él, no?) y sus misiones imposibles, que las de la Unesco lo son, también) en este caso en París, en la sede de la organización, me ofrecieron informalmente dos posibilidades de nuevo destino: Kingston, Jamaica, y Windhoek, Namibia. En principio, decliné ambas, casi sin pensarlo, ninguna parecía ser una buena opción para la familia. A pesar de la natural atracción que tiene el Caribe, los problemas de seguridad en Kingston son bien conocidos. Habría que vivir en una burbuja de seguridad, y ahí sí que es de casa al trabajo y del trabajo de vuelta al barrio cerrado. No era la idea. Al mismo tiempo, si bien yo siempre había dicho y fantaseado con que el próximo destino después de Montreal debía ser África, con el nacimiento de los chicos eso se había diluido un tanto. Casi lo había olvidado, o al menos descartado. Pero me picó la curiosidad, cuando Mustafá, el director de política científica y desarrollo sustentable de la UNESCO, me insistió sutilmente (“Qué lástima lo de Namibia, no?”).
Pasé una noche entera en el hotel en París navegando en internet (no es fácil encontrar algo sobre Namibia que no sea safari) y mientras tanto lo conversábamos por skype con Sole, que navegaba desde casa. A la mañana siguiente habíamos tomado la decisión: íbamos a tirarnos el lance. Total tampoco la propuesta era formal ni estaba tan claro de que iba poder materializarse.
De hecho los trámites avanzaron muuuy lentamente, aunque en tiempos de la Unesco no estuvo tan mal. En abril tenía que venir –en misión J- a Sudáfrica y Mozambique, así que aproveché para darme una vuelta por Namibia, para conocer. Solamente estuve un día, pero me alcanzó para verificar lo que había visto en internet (fuente de toda razón y justicia) y lo que había leído en varias guías de viaje compradas para la ocasión. Namibia es un país seguro, tranquilo, limpio, ordenado, África para principiantes. Charlé mucho rato con Alex, que sería mi antecesor en el cargo, que me alentó muchísimo a venir. Tiene una familia parecida a la nuestra, y sus dos hijos nacieron en Namibia. Él es griego-estadounidense, y ella francesa, y esta era su primera experiencia en África. Solamente se iban porque a este cargo se le aplica la nueva política de rotación de la Unesco, que prácticamente te fuerza a moverte pasados cinco años en un destino (hoy están en Addis Abeba, Etiopía, y extrañan Windhoek…) También hablé mucho rato con la directora de la oficina, que hoy es mi jefa, y tuvimos buena onda. Me fui contento y motivado.
Lo demás, fue burocracia y logística. Así fue que, algo más de seis meses después de enterarme que la capital de Namibia se llama Windhoek (pronúnciese UINDJUK, o VINDJUK, con la J suave, algo más fuerte que la H del inglés), aparecí por esos pagos, y empecé a escribir este blog… y el jueves llegan Sole y los chicos! Qué alegría, bienvenidos al África!!!!!!!!!!!!!
En una próxima entrega les voy a contar de mi laburo actual, que tiene muy poco que ver con el que hacía en Montreal. Por hoy termino acá porque me propuse –diría a pedido del público- escribir textos más cortos, para aumentar el porcentaje de lectores que llegan hasta el final…
6 comentarios:
como dijo benedetti...
"cada cuidad puede ser otra
cuando el amor la transfigura
cada ciudad puede ser tantas
como amorosos la recorren
...........................
..........................
..........................
el amor va y regresa
y la ciudad es el testigo
de sus abrazos y crepùsculos
de sus bonanzas y aguaceros."
...........................mirta .
el tìtulo me confunde , pues en la jerga popular entre COMO Y VINIMOS va otra palabra .... mirta
Después de una hermosa semana en Bariloche con AQ retomo los "diarios namibienses" (yo también uso comillas)
Fantástica la explicación de tu trabajo, soy una de las que pensaba que estabas todo el día frente a la compu con miles de numeritos, sinusoides, ordenadas y absisas dando vuelta por tu cabeza. Gracias por la clara explicación.
Hermosa la casa, creo que los chicos la van a vivir con todo y que van a madrugar para ver como salen los monos de la cueva (para su trabajo diario de tirarse y tirar cocos a los paseantes tal vez?) ya nos lo contarán.
Suerte con el coche, andá preparándolo que ya llega la gente y lo van a disfrutar de lo lindo. Hasta la próxima entrada y seguí contándonos tus aventuras africanas. Besos. Lili
a mí lo que me preocupa es que ahora llegan sol y los chicos y no vas a escribir más, así que jamás nos enteraremos qué (... -acuerdo con mirta-) hacés en namibia. salvo que nos lo cuentes desde tu próximo destino! no es mucho delay?
besos, martina.
Me sumo a los lectores que llegamos hasta el final; aunque sabía qué hacías en Montreal (al menos en el trabajo!) me encantó el relato porque escribís muy bien Ernes y da ganas de leerte. Por favor, en la próxima entrega contanos el reencuentro, caras de Sole? reacciones de Cabsha-Emma y Twister-Mati?
Desde afuera y (como bien señalás a partir de la nota de la Nación) acostumbrada a los ritos de seguridad de la "familia bonaerense", la experiencia que están haciendo me parece alucinante!
Besos X 4. Maru.
La verdad que siempre tube la duda de que (tambien coincido con mirta) hacias en tu trabajo.
Me gusta como escribis. Lastima que, segun los comentarios, ya se acaban los relatos.
Muchisima suerte en esta nueva etapa.
Saludos para todos, Popis.
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